Una fotografía trae desde lejos un barco de papel,
un otoño fugaz,
una inhóspita noche.
La nostalgia diluida en mi ser,
permanece gris.
Recuerdo cuando niña los pensamientos como tartamudos viniendo uno tras otro,
tras otro
y tras otro,
como las notas persistentes de una melódica sonata que no se detiene… aquella intuición palpitante,
de la pérdida inevitable.
Siempre el temblor,
siempre el llanto.
… tan sola,
contemplando tras la ventana el oscuro paisaje,
el invierno desafiante azotando las ramas cansadas de una vida.
(Aún escucho sus quejas)
¡Que vacío en el alma!
Buscaba por las mañanas, en un vaso de leche calmar la orfandad en los huesos, la pena que callaba mis sueños.
Indagaba la risa del abuelo,
la esperaba ansiosa,
casi desesperada.
Me intrigaban sus plegarias,
y su llanto desmedido, diciendo: “Santo, Santo, Santo”.
Miles de interrogantes vagando en mis pupilas danzantes,
experta en oídos sordos y ruidos internos extravagantes,
así mis pensamientos construyendo muros.
… Tan altos los muros,
tan frágiles.
Recuerdo mis pasos entonces,
eran lentos y rectos en la acera.
Siempre hablando conmigo misma,
guardando el miedo en los bolsillos.
Y volvía la noche,
sola,
fría,
triste.
Cada noche
y cada noche.
Hoy, mi ventana está cubierta por espesas cortinas y el viento insiste en ser violento.
He trascendido hasta la madrugada,
con el barco de papel en mi conciencia.
Se aleja,
me libera,
quizá me salva.
Leslie Mansilla / Guatemala, C.A. / 2019 / Derechos reservados de Autor
Fotografía por Gris Marza, Toluca México